Olga, vecina de la ensayista, asegura que existía una relación de afecto y cuidado entre la escritora y Melanio Meza, el encargado de su edificio. Por su parte, la abogada Gabriela Jacquin comenta que los testimonios de los vecinos no serían suficientes para otorgarle los bienes.
Esta situación complica el proyecto impulsado por el exmarido de Sarlo, el arquitecto Alberto Sato Kotani, y el círculo íntimo de la intelectual.
El grupo tenía la intención de crear un “fideicomiso cultural” con los fondos provenientes de la venta de las propiedades de Sarlo, con el objetivo de financiar una fundación cultural, aunque los detalles nunca se explicitaron completamente.