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Por qué Europa puso a América Latina y el Caribe en el foco de su política exterior

La Unión Europea y la Celac se sentaron a la misma mesa luego de 8 años de desencuentros. Cuál es el interés de Europa y qué perspectivas tiene la relación interregional.

Europa puso a América Latina y el Caribe en el foco de su política exterior, con la realización de la primera cumbre en con los países de la región en 8 años. El canal elegido para la reconexión es la CELAC, la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, un mecanismo intergubernamental creado en 2010, y que intenta consolidarse como una instancia de representación política y económica de los 33 países que la integran.

El interés de Europa no es casual. Por un lado, y a pesar de que el bloque europeo reconoce que estuvo alejado en los últimos años de los problemas y necesidades latinoamericanos, Europa sigue siendo el mayor inversor extranjero en la región, seguido de cerca por China. Y ese es precisamente uno de los motivos que impulsaron esta cumbre en Bruselas, en la que se dieron cita más de 50 presidentes y jefes de estado: evitar el avance de Beijing en un área del mundo que se volvió estratégica.

Para ello, la presidenta de la Comisión Europea anunció que planean invertir 45 mil millones de euros en América Latina y el Caribe en proyectos de infraestructura como parte de Global Gateway, una iniciativa orientada a los sectores energético, digital y tecnológico con la que Europa pretende contrarrestar la Nueva Ruta de la Seda impulsada por China.

La invasión rusa a Ucrania, y los realineamientos asociados a este conflicto, especialmente la alianza entre Beijing y Moscú están detrás de los movimientos europeos, que pretenden cortar todas sus dependencias con ambas potencias, especialmente en el sector energético y de minería.

Y la región, abundante en petróleo, y sobre todo en litio, que será cada vez más vital para el creciente mercado de los autos eléctricos, presenta múltiples oportunidades. Pero la región también tiene sus demandas: en primer lugar, pretende dejar de lado la lógica extractivista que la ubica solo como proveedora de materias primas, y participar de los beneficios de su industrialización.

Por otro, algunos países también pretenden introducir en la ecuación mecanismos de justicia reparatoria por el genocidio y la esclavitud practicados históricamente por Europa en América, algo que no entusiasma a los europeos.

Una de las desventajas de los términos del intercambio que maneja Europa para la región es que Bruselas negocia desde un bloque fuertemente consolidado en términos económicos y legales, con una moneda y un sistema de gobernanza común, mientras que la CELAC es por ahora solo un conglomerado de voluntades políticas, con una muy amplia diversidad de intereses, sin un andamiaje institucional para aprovechar colectivamente las eventuales ventajas de un entendimiento.

Por eso, lo más realista para ambas partes son los tratados de libre comercio con países individuales, como es el caso de Chile, principal productor de cobre del mundo, y el segundo de litio, con el que la Unión Europea pretende sellar un acuerdo el año próximo, al igual que hacer funcionar el que alcanzó con México en 2018.

Y también cerrar acuerdos con bloques que tienen ya definidos sus mecanismos de integración, como el Mercosur, con el que la cuestión ambiental, que tiene al Amazonas en el centro del debate, parece ser uno de los principales obstáculos a destrabar, junto con los subsidios agrícolas europeos.

En el plano político, Argentina logró una notable victoria diplomática con el reconocimiento, en el documento final de la cumbre, de la cuestión Malvinas como territorio en disputa, pese a los intentos del Reino Unido de frenarlo. Reconocimiento que fue posible solo en el actual escenario post-Brexit, con los británicos fuera de la Unión Europea. El mismo documento reflejó las diferencias de percepción entre Europa y América Latina con respecto a la guerra en Ucrania.

Si bien muchos países de la región apoyaron la resolución de la ONU que exige la retirada de Rusia, hay resistencia condenar a Moscú por una guerra de agresión que Bruselas considera una amenaza existencial. La brecha de necesidades e intereses entre Europa y América latina y el Caribe sigue existiendo y se necesitarán más cumbres, y, sobre todo, gestos concretos, para superarla.