
Este año se lanzó “ChatGPT”, un programa que se considera un paso adelante en el avance de la inteligencia artificial, ya que puede generar contenidos escritos de forma altamente coherente y muy parecidos a los creados por los humanos.
Básicamente, es un robot virtual (chatbot) que responde una variedad de preguntas, realiza tareas por escrito, conversa con fluidez e incluso da consejos sobre problemas personales (aunque advierte que no tiene ese objetivo).
Los primeros cinco días tuvo un millón de usuarios.
Luego de ese boom, circuló un texto en el que el robot (frente a un pedido puntual) emulaba el estilo de los Premios Nobel de Literatura latinoamericanos Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Pablo Neruda.
“La soledad se había apoderado de la ciudad, como una niebla espesa que se adueñaba de cada rincón. Era una soledad densa y opresiva, como un personaje oscuro y tenebroso que se escondía en las sombras. Pero entre las sombras, un hombre caminaba con determinación, luchando contra la soledad con astucia e inteligencia. Sin embargo, en su corazón late una tristeza profunda, una soledad que nace de la ausencia de amor, que él recitaba versos poéticos con una pasión incontenible”, escribió el programa.
Aunque difícilmente estas líneas tuvieran la aprobación de un lector avezado (por la repetición de palabras y el exceso de oraciones subordinadas), el resultado fue (al menos) curioso.
Y sirve para disparar la pregunta de si, en algún momento, la Inteligencia Artificial podrá escribir novelas como una persona.
El presidente de la Asociación Europea de Inteligencia Artificial, Carles Sierra, se refirió a este tema en una conferencia reciente: “Todos estos sistemas generativos no entienden lo que están haciendo. Se limitan a imitar, pero no, realmente, a entender. Cuanto más largo sea el texto, se aprecian más incoherencias entre el inicio y el final. Porque son siempre las últimas frases las que determinan las siguientes. Y, en ese proceso, se pierde la coherencia general del discurso”.
Conmovido por la novedad y alterado por la posibilidad de perder su trabajo “en manos del” ChatGPT, el escritor español Jacobo Bergareche, autor de “Los días perfectos” (Libros del Asteroide), planteó en un artículo que los chatbots están calibrados por “legiones de ingenieros que se aseguran de que jamás muestren sesgos ni perpetúen prejuicios sobre cánones de belleza corporal, estereotipos de raza o de género, que no respondan a cuestiones sexuales escabrosas y en general que eviten cualquier lío con este tipo de lectores propensos a sentirse ofendidos”.
Para Bergareche, la incorrección y lo humanamente problemático protejerá el oficio: “Los escritores podemos respirar tranquilos por unos años más, sabiendo que la inteligencia artificial está programada para ser incapaz de crear personajes reales con conflictos profundos con los que nos podamos identificar, y que por tanto, de momento no podrán hacer literatura”, indicó.
El debate se va ampliando a medida que la herramienta se aplica.
En los últimos días, aunque con notas bajas, ChatGPT rindió exámenes de grado y posgrado en Derecho y Negocios en universidades prestigiosas de Estados Unidos y los aprobó sin problemas. El hito generó debates sobre pedagogía y educación.
En Francia, la universidad Sciences Po prohibió a sus alumnos el robot conversacional y advirtió que su uso, en especial sin reconocimiento de que se recurrió a esa tecnología, podría derivar en la expulsión.
“A partir de 2010 se abrió una etapa de democratización del acceso a la IA y ahora, con pocas líneas de código, se puede entrenar un modelo. ¿Por qué tenemos la sensación de que vivimos una época de cambio? Hasta hace algunos años, los resultados más interesantes eran con modelos predictivos. Ahora, los modelos generativos son protagonistas y hay una suerte de revolución en los modelos de imagen y de lenguaje”, explica sobre el presente Enzo Ferrante, doctor en Informática por la Université Paris-Saclay e ingeniero de Sistemas por la UNICEN de Tandil, quien trabaja en el campo de la equidad algorítmica y en el desarrollo de métodos de aprendizaje automático para el análisis de imágenes biomédicas.
Ferrante, quien realizó su postdoctorado en el Imperial College London y a fines de 2017 volvió a la Argentina como investigador repatriado al Instituto de Señales, Sistemas e Inteligencia Computacional del CONICET, cree que estamos en un momento bisagra y propone recibirlo con más cautela que miedo: “La llegada del ChatGTP me recuerda al impacto que tuvieron la Encarta y la aparición de Google en otras generaciones: tras la sorpresa de la innovación, cambiaron las reglas del juego”.
¿Cómo dialoga la IA con la creatividad?
“Me sorprende. Para mí no era algo que fuera a suceder tan rápido”, indica Fredi Vivas, CEO y fundador de RockingData y autor del libro “Cómo piensan las máquinas?” (Galerna).
Y comenta: “Hace pocos meses, en Estados Unidos, una IA ganó un concurso de retoque digital en el que competía con humanos. Muchos se quejaban aduciendo que eso no era arte sino una copia de una copia en función de las imágenes disponibles en google. Otros, en cambio, defendían eso como creativo: el clásico hacer algo nuevo mezclando cosas. Pensaba que la creatividad era utópica en este ámbito y ahora me lo estoy planteando: me imagino artistas que usen tecnologías disponibles para perfeccionar sus técnicas, para bocetar más rápido o para hacer cosas distintas. Y tal vez ocurra en el sentido inverso y también se democratice cierta cuestión de técnicas para quienes no las manejamos”.
Al respecto, la semana pasada, le preguntaron al músico Nick Cave si, en algún momento, las IA podrían reemplazar a los artistas.
En la respuesta, publicada en su newsletter “The Red Hand File”, el músico indicó: “ChatGPT puede escribir un discurso o un ensayo, pero no puede crear una canción genuina. Quizás con el tiempo puede crear algo que en su superficie sea indistinguible de una canción original, pero será siempre una especie de burlesque”.
Y agregó: “Los datos no sufren. ChatGPT no tiene un ser interior, no ha estado en ninguna parte, no ha soportado nada, no ha tenido la audacia de ir más allá de sus limitaciones y, por lo tanto, no tiene la capacidad para una experiencia trascendente compartida, ya que no tiene limitaciones de las cuales trascender. El papel melancólico de ChatGPT es que está destinado a imitar y nunca puede tener una experiencia humana auténtica, sin importar cuán devaluada e intrascendente pueda volverse la experiencia humana con el tiempo”.