“El amor cristiano abraza lo que no es amable, ofrece el perdón, qué difícil es perdonar, cuánto amor requiere perdonar. El amor cristiano bendice a los que maldicen…”
“Este es un amor tan audaz que parece imposible y sin embargo, es lo único que quedará de nosotros. El amor es la puerta estrecha por la que debemos pasar para entrar en el Reino de Dios”.
Lo sintió Bergoglio, Jorge Mario Bergoglio. Lo expresó Francisco. El Papa Francisco. El primer Papa jesuita, el primero de origen latinoamericano. Nuestro Papa. Nuestro Padre. El que nació el 17 de diciembre de 1936 en el barrio porteño de Flores, el 266° Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, el que nunca visitó a la Argentina pero nos amó a los cuatro vientos y sin pelos en la lengua. Esta mañana del 21 de abril, en el ocaso de Semana Santa, falleció a los 88 años en Roma, afectado por un cuadro de neumonía bilateral. Ya descansa en paz.
Si se habrá empecinado en construir puentes y no muros a lo largo de su vida que hasta edificó autopistas conceptuales para entrelazar las almas a través de los tiempos. Como cuando se refirió a la Virgen María durante el cierre de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, en enero de 2019: “Sin lugar a dudas la joven de Nazaret no salía en las redes sociales de la época. Ella no era una influencer, pero sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influenció en la historia. Le podemos decir con confianza de hijos: María, la ‘influencer’ de Dios”.
En aquella carta que el 20 de octubre de 1990 le envió desde Córdoba al Padre Cayetano Bruno (historiador salesiano) recorrió su vida familiar y las claves de su vocación como sacerdote. Recordó al Padre Enrique Pozzoli, su guía espiritual, quien lo bautizó el 25 de diciembre del 36 en la parroquia de San Carlos. Los padrinos fueron su abuelo materno, Francisco Sívori, y su abuela paterna, Rosa Vasallo.
“El P. Pozzoli -contó- estaba muy ligado a la familia Sívori, la familia de mamá (María Regina Sívori), que vivía en Quintino Bocayuva 556. Los hermanos de mamá, sobre todo el mayor, Vicente, le eran muy familiares (él también tenía el hobby de la fotografía). Los hermanos de mamá también actuaban en los Círculos Católicos de Obreros (creo que en la calle Belgrano)”.
Luego agregó: “Papá (Mario José Francisco Bergoglio) llegó de Italia el 25 de enero de 1929. Era piamontés (nacido en Asti) y había vivido en Turín la mayor parte del tiempo (en via Garibaldi y Corso Valdocco). La cercanía con la iglesia Salesiana hizo que frecuentara a los Padres de allá, de tal modo que cuando vino -era Raggionere (contador de la Banca de Italia- ya era de la ´famiglia salesiana´. Llegaron en el Giulio Césare, pero debían haber viajado en una travesía anterior, con el Principessa Mafalda, que se fue a pique. ¡Usted no se imagina cuántas veces agradecí a la divina Providencia!”.
En ese mismo texto, compuesto de 3.099 palabras, habló de su abuela paterna, “Doña Rosa Margarita Vasallo de Bergoglio (la mujer que tuvo mayor influjo en mi vida), que trabajaba en la naciente Acción Católica: daba conferencias por todas partes (hasta hace poco yo tenía una, publicada en un folletito, que había dado en S. Severo de Asti sobre el tema: San José en la vida de la soltera, la viuda y la casada. Parece que mi abuela decía cosas que no caían bien a la política de entonces. Una vez le clausuraron el salón donde debía hablar, y entonces lo hizo en la calle, subida arriba de una mesa… Pero no creo que la situación política haya sido el detonante para la migración a la Argentina (tampoco tuvo que tomar aceite de ricino)”.
Cuando su padre llegó a Buenos Aires se hospedó con los Salesianos en la calle Solís, en donde conoció al Padre Pozzoli, quien enseguida pasó a ser su confesor. Era 1929. En ese grupo de muchachos que rodeaban a Pozzoli “conoció a los hermanos de mamá… Y por ellos, a mamá, con la que se casó el 12 de diciembre de 1935 en San Carlos”, según el propio Bergoglio, que nació el 17 de diciembre de 1936 a las 21 en la casa familiar de la calle Varela 268, en Flores. Entonces, su padre tenía 28 años y su madre, 25. Fue el mayor de cinco hermanos. Le siguieron Oscar Adrián, Marta Regina, Alberto Horacio y María Elena.
Al poco tiempo se mudaron cerca, a una casa de dos plantas, en Membrillar 531. Lo cobijó el Jardín de Infantes del Colegio de la Misericordia, en donde toda la familia acudía a la misa dominical. Su primera maestra fue la hermana Rosa, a quien siguió viendo hasta que falleció a los 101 años. El 8 de octubre de 1944, en ese mismo sitio, tomó la Primera Comunión.
El Colegio de la Misericordia no tenía Primaria, entonces cursó los primeros grados en la escuela N° 8 Pedro Cerviño, de Varela 358. Mientras se formaba y crecía, jugaba en la plaza Brumana y los domingos iba junto a su padre a ver al equipo del Padre Lorenzo Massa, que se transformaría en el club de sus amores: San Lorenzo de Almagro. Ahí su papá jugaba al básquet y el azul y el grana se le pegó en la piel desde chiquito. En 2008 la dirigencia del club le entregó el carnet de socio con el número 88235.
En 1948, cuando nació su hermana María Elena, cambió la situación familiar. Bergoglio contó en este sentido que el Padre Pozzoli “ayudó con sus gestiones para que yo y mi hermano segundo pudiéramos ingresar en 1949 como internos en el colegio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles en Ramos Mejía. Yo hice mi sexto grado allí, en 1949, y mi hermano el quinto y sexto en 1949-1950. Sucede que en febrero de 1948 mamá había tenido su último parto (mi hermana, la quinta y última), y había quedado seriamente postrada como consecuencia del evento. Hubo que ponernos internos a los tres mayores”.
Cuando comenzó el Secundario retornó a su casa de la calle Membrillar al 500. Y empezó a frecuentar la Basílica de San José de Flores. Arminda Esther Aragón, una de sus amigas de aquellos años, quien contaría: “Que yo sepa no tenía novia. Había una chica joven, muy amiga suya, pero novia no le conocí”. Estudió en el Colegio Industrial de Educación Técnica N° 27 Hipólito Yrigoyen, ubicado en Goya 351 del barrio vecino de Flores, de donde egresó en 1955 con el título de Técnico Químico, algo que no tenía nada que ver con su verdadera vocación.
En 1956, entonces, ingresó al seminario de Buenos Aires. En 1957 una pulmonía derivó en una operación de pulmón. A fines de ese año, ya recuperado, entró en la Compañía de Jesús y dio sus primeros pasos como Jesuita.
Estudió filosofía y teología y fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969. En 1992 fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y en 1998, arzobispo de Buenos Aires. En 2001 el Papa Juan Pablo II lo nombró cardenal. Nunca se alejó de su perfil pastoral y de los más vulnerables. Siempre impulsó el diálogo interreligioso, la paz y el cuidado del planeta.
Fue un defensor de los refugiados, de la justicia social y de una Iglesia más abierta a los desafíos contemporáneos. También abordó temas delicados como el abuso sexual dentro de la Iglesia, el celibato, la familia y la pobreza, siempre buscando un equilibrio entre la tradición y la modernidad.
Su pontificado quedó marcado por una serie de reformas dentro del Vaticano, en particular en la administración del Vaticano y el Banco Vaticano, así como en el tratamiento de casos de abuso sexual.
El 13 de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, Jorge Mario Bergoglio observó cómo una luz divina le abría la puerta a Francisco. Una puerta inmensa y estrecha a la vez. Del otro lado lo esperaba, nada más y nada menos, que el Reino de Dios.