Es momento de hacer un ejercicio como para tamizar las cuestiones que realmente valen la pena en un mundo como el del fútbol, cada día más industria, cada día menos juego.
¿Cuántos protagonistas son capaces de coleccionar respetos y amores, envueltos con distintas camisetas, como lo hizo Miguel Ángel Russo a lo largo de su carrera?
¿Cuántos entregaron el alma y el cuerpo, de forma literal, hasta el último día, como lo hizo el técnico de Boca que a los 69 años dejó este plano con la diadema que sólo consiguen los elegidos?
Adorador de la pelota y del vestuario, del pasto y del sol, del juego más maravilloso que sólo puede existir si se lo interpreta en equipo, se fue Miguelito, Miguelo, un auténtico campeón. Por eso hoy llora el fútbol argentino. Su aura quedó enmarcada por ese arco iris surgido de las más dispares camisetas.
El rojo y el blanco de Estudiantes, el grana de Lanús, el azul y el amarillo de Central, el azul y el oro de Boca. Ahí sembró, vaya si sembró. Y la devolución, la cosecha, fue grande, muy grande, a la altura de los reconocimientos que sólo atrapan los formadores.
En Vélez también dejó su sello de campeón. Con San Lorenzo terminó de manera abrupta su vínculo, pero quién es capaz de juzgar su decisión de irse de un club que estaba -y sigue estando- con una crisis institucional inconmensurable.
“Son decisiones”, precisamente, fueron dos palabras a las que apeló recurrentemente para no decir lo que los foráneos querían oír, y al mismo tiempo para hacerse cargo de lo que implican las responsabilidades de una cabeza de grupo.
Habitante del mediocampo, producto genuino de Estudiantes en general y de Carlos Bilardo en particular, fue el propio Bilardo quien tomó la decisión de marginarlo de la nómina para el Mundial 86 por aquel accidente doméstico que sufrió en el verano de ese año y que derivó en una operación de rodilla.
En su vasta carrera no sólo viajó por su trabajo en la U de Chile, Salamanca, Colón, Los Andes, Morelia, Racing, Millonarios, Alianza Lima, Cerro Porteño, Al Nassr…
Su preocupación por las “fuerzas básicas” como se les llama a las inferiores en otros puntos del planeta, lo transformó en una piedra basal en la vida de las instituciones que pisó.
No fue casualidad tanta vibra, tanto encanto, cuando fue convocado este año por la dirigencia de Lanús en un encuentro a pura emoción, en las horas previas de su traspaso como entrenador de San Lorenzo a Boca.
Fue diagnosticado con cáncer de próstata en 2017, mientras dirigía a Millonarios de Bogotá, y aunque en ese momento superó la enfermedad, recayó en los últimos meses.
Murió Miguel Ángel Russo. Campeón aquí y allá. Coleccionista de respetos y amores. Que en paz descanses, dice la pelota. Que en paz descanses, y gracias por el viaje, dice su corazón.