El 19 de julio de 1924, Rosa Grilo tenía 16 años. Ese día, estaba en el monte cuando escuchó el ruido del avión que volaba bajito. A los indígenas que corrían detrás, le disparaban con una ametralladora. Su abuelo, le avisó que se alejara. Así, sobrevivió a la matanza de 500 indios qom y mogoil muertos a tiros y machetazos por la policía y civiles armados que respondían al gobernador del territorio chaqueño Fernando Centeno.
La masacre había empezado con una revuelta. Cientos de indígenas se negaban a seguir trabajando en las plantaciones de algodón por un salario que se pagaba en ropa y vales de comida.
Luego de la matanza, siguieron meses de persecución a los sobrevivientes. Rosa pudo escaparse porque su abuelo la ocultó en el Monte. “Mi abuelo cortaba el pasto y hacía un colchón: dormíamos en el suelo”, cuenta en una entrevista con Televisión Pública Noticias. Antes de esconderse, fue con su hija hasta donde estaba el avión: allí, también estaban los cuerpos. “Me desmayé”, dice.
“El juicio por la verdad” no tendrá consecuencias penales, ya que los policías, los terratenientes y los políticos responsables están muertos. Sin embargo, servirá para que una nueva versión de la historia reemplace al mito que refería que los muertos de Napalpí habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre tribus.