
La serie de Netflix “El Eternauta” trasciende las fronteras y cautiva a millones de espectadores en el mundo. Más allá de los modismos y el acento porteño, los paisajes urbanos de Buenos Aires y las costumbres argentinas, la música juega un rol determinante en la obra dirigida por Bruno Stagnaro y protagonizada por Ricardo Darín.
Presente en todo momento, la música fortalece un ambiente de argentinidad que se respira en cada plano, cada escena y cada secuencia de esta historia. No es una mera elección de canciones conocidas, sino parte intrínseca de la maquinaria narrativa, en la que, mínimo una vez por capítulo, un personaje enciende un reproductor o entona una canción.
La serie comienza con la música de Gilda como cortina de la conversación de cuatro adolescentes en un barco al ritmo de “Paisaje”. La canción se interrumpe cuando se destruyen todos los dispositivos electrónicos y de manera súbita nos pone en contexto de lo que empieza a suceder.
La escena siguiente muestra a los protagonistas en un auto, momentos antes de la caída de la nieve. Ellos se encuentran cantando “No pibe” de Manal, para entretenerse mientras esperan a que se solucione un corte de calle por una protesta.
Luego, llegan a destino y se sientan a jugar al truco, al ritmo de éxitos del rock nacional como “Post-Crucifixión”, de Pescado Rabioso. De este modo, la música desnuda la esencia de los personajes, eleva la escena y enriquece los matices de una simple juntada de amigos.
En los siguientes capítulos, la lógica se mantiene y se explicita cuando el protagonista Juan Salvo (Ricardo Darín) y su exesposa Elena (Carla Peterson) son acorralados en un edificio y uno de los perseguidores entona el tango “Volver”, del maestro Carlos Gardel. O cuando el personaje de Lucas (Marcelo Subiotto) se pone a cantar “Salgan al sol” de Billy Bond, tema que además da nombre al quinto capítulo.
Generalmente cada capítulo cierra con una canción. En el primero cierran con “El magnetismo” de El Mató a un Policía Motorizado, el cuarto con “Caminito” de Gardel y el tercero con “Cuando pase el temblor”, de Soda Stereo. Finalizando este tercer capítulo, la mujer que asaltó a Juan y Carla está eligiendo cassettes para escuchar en el auto. “Al fin algo como la gente” murmura, mientras introduce el álbum “Nada Personal” en la casetera.
En un momento cúlmine de la serie, cuando incendian una catedral, suena Mercedes Sosa de fondo con la canción “Credo”, que también da nombre al capítulo. En el quinto capítulo suena, de Los Nocheros, “Chacarera del rancho”, interpretada por unos refugiados del supermercado.
Sin embargo, se alejan de lo nacional en este mismo episodio. Cuando acompañamos a Elena y Juan en un flashback, suena en el centro comercial “Let It Snow”, de Dean Martin. Quizás de manera irónica pasan una canción que anuncia la nieve en un lugar donde generalmente nunca nieva.
Posteriormente vuelven a lo internacional en el sexto y último capítulo, con “Auld Lang Syne”, de Robert Burns.
En este cierre de la primera temporada, no se abandona el repertorio nacional. Darín entona junto a otros sobrevivientes “Jugo de tomate frío”, de Manal: la misma banda que compuso “Pibe No” y que, aunque en contextos completamente diferentes, entonan los personajes de la historia. “Jugo de tomate frío” es también el nombre del episodio.
En otro llamado al primer capítulo en este cierre de temporada, nuevamente se sientan los personajes a jugar al truco, otra vez musicalizando con rock de fondo. Esta vez, en vez de “Post-Crucifixión”, escuchan “El blues del atardecer”, de El Reloj.
Finalmente, y en sintonía con las demás canciones del capítulo, suena “Porque hoy nací”, nuevamente de Manal. La segunda temporada ya está confirmada y la música genera tanta expectativa como el desarrollo de la historia, una historia que trascendió las fronteras regando argentinidad por el mundo.