Tras años de conflicto latente y una escalada de tensiones entre Rusia y Ucrania en los últimos meses, Vladimir Putin finalmente lanzó la invasión de su vecino el 24 de febrero.
Desde entonces, la operación militar rusa colocó a Ucrania en el centro de las preocupaciones internacionales, y a la OTAN bajo la lupa, ya sea por su reacción al conflicto como por su progresiva ampliación hacia el este de Europa, que desempeñó un papel fundamental en la guerra de hoy.
El estatus de Ucrania como escenario de disputa entre la OTAN y Rusia no es nuevo. Aunque el país no forma parte de la alianza militar, fue socorrida y armada por ésta para enfrentar a los grupos separatistas pro-rusos en el Donbass desde el 2014.
La presión de la OTAN sobre Rusia tampoco representa un fenómeno reciente. Desde la disolución de la Unión Soviética la OTAN avanzó con tropas, armas, aviones y embarcaciones sobre Europa del Este. Incluso duplicó la cantidad de países miembros. Uno de los objetivos geoestratégicos más importantes para el bloque es el de cercar y reducir la influencia rusa en la zona y evitar una alianza de este país con China, el gran rival.
Incluso el director de la CIA de Biden, William J. Burns, advirtió sobre el efecto provocador de la expansión de la OTAN en Rusia desde 1995. Fue entonces cuando Burns, entonces funcionario político en la embajada de EE.UU. en Moscú, informó a Washington que “la hostilidad hacia la temprana expansión de la OTAN se siente casi universalmente en todo el espectro político interno aquí”.
Según este, la Alianza Atlántica debería revocar oficialmente su invitación de adhesión a Ucrania y Georgia, pues el avance de la organización hacia el este es una de las “líneas rojas” marcadas por el presidente ruso. Rusia sigue considerando a Ucrania una parte importante de su esfera de influencia. Al igual que Bielorrusia, Ucrania no solo tiene una importancia geopolítica para Rusia como Estado “tapón” frente a Occidente, sino que también se la considera un importante aliado cultural e histórico.
Desde el inicio de las hostilidades en Ucrania, los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte discuten entre sí sobre hasta dónde deberían llegar para ayudar a Kiev frente a la invasión.
Pero la alianza, que incluye a Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania, entre otros, intensificó la preparación militar desde la presencia de tropas rusas en la frontera entre Rusia y Ucrania, en diciembre.
Antes del 24 de febrero, el Reino Unido dijo estar listo para ayudar a Ucrania a construir dos bases navales: en Ochákiv en el mar Negro y en Berdyansk en el mar de Azov. También se han enviado misiles estadounidenses Javelin (antitanques) a Ucrania y se han entregado a la marina dos lanchas patrulleras de la Guardia Costera estadounidense.
En lo días previos al ataque ruso, Jans Stoltenberg, el titular de OTAN, sostuvo que “Depende de Ucrania y 30 aliados decidir cuándo Ucrania está lista para unirse a la alianza”, y que Rusia “no tiene veto ni derecho a interferir en ese proceso”, agregó.
Si Ucrania fuera integrante de la OTAN, el resto de los miembros deberían actuar militarmente en su defensa. El país ya había tratado de convertirse en miembro: en 2014, el Parlamento ucraniano votó a favor del ingreso en la OTAN, lo que consternó a Moscú.
Sergei Lavrov, el canciller ruso, habló en ese entonces de una medida “contraproducente” porque “da la ilusión de que resolverá la profunda crisis interna de Ucrania” y sólo “exacerbará el clima de confrontación”, en referencia a la represión ucraniana del separatismo pro-ruso en el Donbass, que acumuló 14.000 víctimas desde ese año, y acusaciones de crímenes de lesa humanidad en el marco de lo que Kiev denominó una “operación antiterrorista”.
En 2019, el mismo año que vio a Volodomir Zelenski ganar la presidencia en Ucrania, las relaciones entre Moscú y algunos países del bloque europeo que integra OTAN parecían mejorar, al ritmo de las necesidades de estas naciones de proveerse de energía rusa.
El presidente francés Emmanuel Macrón hablaba entonces de la expectativa de construir “una nueva arquitectura de confianza y seguridad en Europa”, que incluyera a Rusia.
Sin embargo, Estados Unidos nunca vio con buenos ojos el acercamiento de sus aliados europeos a Putin, y se opuso con firmeza a la construcción y luego a la certificación por parte de Alemania del gasoducto NordStream II. La iniciativa podría haber significado el fin de las costosas importaciones de gas norteamericano a ese país.
Como resultado de las sanciones a Rusia tras la invasión a Ucrnia, esa preocupación se disipó rápidamente: Alemania canceló todo plan de usar el gasoducto.
El avance de la OTAN
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una alianza militar formada por Estados Unidos, Canadá y varias naciones europeas en 1949 para contener a la URSS y la expansión del comunismo y los países que integraban el Pacto de Varsovia.
Ahora, la opinión en Occidente es que ya no es una alianza antirrusa, sino una especie de acuerdo de seguridad colectiva destinado a proteger a sus miembros de agresiones externas y promover la mediación pacífica de conflictos dentro de la alianza.
Reconociendo la soberanía de todos los estados y su derecho a aliarse con el estado que deseen, la OTAN accedió con el tiempo a las solicitudes de las democracias europeas para unirse a la alianza.
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Los exmiembros del Pacto de Varsovia establecido por los soviéticos, también ingresaron a la OTAN en la década de 1990, junto con tres ex repúblicas soviéticas: Estonia, Letonia y Lituania, en 2004.
La opinión occidental es que se supone que el Kremlin debe comprender y aceptar que las actividades de la alianza, entre ellas los juegos de guerra repletos de tanques estadounidenses organizados en los estados bálticos cercanos y cohetes estacionados en Polonia y Rumania, que EE.UU. dice que están dirigidos a Irán, de ninguna forma representan una amenaza para la seguridad rusa.
La élite rusa, el gobierno y la opinión pública en general se han opuesto durante mucho tiempo a tal expansión, la colocación de misiles estadounidenses en Polonia y Rumania, y el aprovisionamiento militar de Ucrania con armamento occidental.
El reclamo de Zelenski y la posibilidad de escalada
Este viernes, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, lamentó la decisión “deliberada” de la OTAN de no establecer una zona de exclusión aérea en Ucrania, adoptada por los cancilleres del bloque en una reunión que para el mandatario fue “floja y confusa”.
“Hoy, la dirección de la Alianza (Atlántica) dio el visto bueno a la continuación de los bombardeos contra ciudades y pueblos ucranianos, negándose a instaurar una zona de exclusión aérea”, advirtió Zelenski en un video publicado por la Presidencia.
Cuestionó el mandatario que “a pesar de saber que nuevos bombardeos y nuevas bajas resultan inevitables, la OTAN decidió de manera deliberada no cerrar el espacio aéreo de Ucrania”.
“Entendemos que los países de la OTAN se han creado ellos mismos un relato, según el cual el cierre del espacio aéreo de Ucrania provocaría un agresión directa de Rusia contra la OTAN”, añadió.
Tras el encuentro de los responsables de Relaciones Exteriores, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, descartó la chance de acceder al pedido ucraniano de una zona de exclusión aérea.
“Los aliados acordaron que no debemos tener aviones sobre el espacio aéreo de Ucrania, ni tropas de la OTAN en el territorio de Ucrania”, declaró el diplomático noruego.
Para Stoltenberg, “la única forma de implementar una zona de exclusión aérea” con el envío de aviones de combate que tendrían que derribar cazas rusos que operan en Ucrania, lo que desataría algo que “puede convertirse en una guerra total en Europa, envolviendo a muchos otros países y causando mucho más sufrimiento humano”.