Cultura

Juan Pablo Meneses: “Pasé de la crónica literaria a la literatura crónica”

El escritor y periodista chileno llega a la Feria del Libro con “Una historia perdida” (Tusquets), su primera novela, en la que recrea una versión del bombardeo de la Fuerza Aérea sobre la ciudad de Santiago en 1973, durante el Golpe de Estado a Salvador Allende.

Juan Pablo Meneses: “Pasé de la crónica literaria a la literatura crónica”

A los 4 años, en septiembre de 1973, durante el Golpe de Estado, Juan Pablo Meneses escuchó el grito desesperado de su madre: “¡No salgas a la calle que te puede caer una bomba!”.

Pero salió igual y, al rato, quedó aturdido por el estallido de una bomba: una que en vez de caer sobre el edificio de La Moneda impactó en el hospital de la Fuerza Aérea chilena (FACH), a una cuadra de la casa de sus padres.

Este episodio, que hasta ahora en Chile había circulado como anécdota, es el disparador de “Una historia perdida”, publicada por Tusquets, que ya salió en Chile y en México, donde recibió muy buenas críticas.

El fundador de la Universidad Portátil, resalta que para escribir esta novela llevó a cabo una ardua y extensa investigación: en ella mezcló el ensayo, la investigación y la ficción.

“Me interesaba analizar la historia del país y el hito traumático desde lo personal. Este libro parte de una experiencia personal: de mi primer recuerdo de vida”, indica.

Invitado para la Feria del Libro, el viernes a las 19, Meneses participará en la mesa “Ficción al límite. Cuando la frontera entre lo personal y la ficción se desdibuja”, en la sala Domingo Faustino Sarmiento, del pabellón azul, junto a Damián Huergo, Ana Navajas y Natalia Zito.

Arrancaste escribiendo ficción, pero como luego escribiste 10 libros de no ficción siempre te preguntan “cómo saltaste de un género al otro”. ¿Por qué creés que hay tanto encasillamiento de los autores en relación a los géneros? 

Como todo encasillamiento, me parece que es algo del mercado. Esa idea de “facilitar el consumo”. Pero en nombre de ese encasillamiento se cometen errores grandes. Recuerdo cuando vivía en Buenos Aires y publiqué “La vida de una vaca”, que es una novela de no-ficción, en varias librerías lo pusieron en el estante de libros veterinarios. Creo que en el mundo actual, donde todos usan la palabra “líquido” para describirlo, las líneas entre géneros se están derritiendo. Si tuviera que definir mi caso, diría: pasé de la crónica literaria a la literatura crónica.

Decías en una entrevista que te interesan “las historias perdidas”: la de gente que se abandona o se suelta y terminan viviendo vidas que no eran las que les interesaban. ¿Vos estás viviendo la vida que te hubiera interesado vivir? 

Me parece que intentar tener una vida que te interesa vivir, no es una meta, sino que es un camino. Desde que abandoné mi vida de oficinista con sueldo mensual y salí a ver si podía sobrevivir escribiendo historias, hace ya más de 25 años, es que sigo ese camino. Entremedio me desvié, claro, y terminé dirigiendo un periódico de un grupo periodístico. Pero al rato renuncié, porque no era el proyecto que me interesaba. Lo que yo hago es escribir, y de pronto me sorprendo que pasado tanto tiempo siga en eso, siga publicando, me sigan traduciendo, siga viajando a presentar libros. Ahora que voy a Buenos Aires, donde viví ocho años, es imposible no recordar esa época donde llevé al extremo esto de vivir para escribir: terminé viviendo en un hotel del que solo salía para reportear la nueva crónica.

¿Durante cuánto tiempo estuviste escribiendo esta historia? No se la mostraste a nadie y la mandaste al Herralde de Novela y saliste finalista. ¿Cómo fue ese momento: el momento de descubrir que aquello en lo que tanto habías estado trabajando llegaba a ese punto de reconocimiento?

Es raro, porque como dijiste antes, yo partí publicando ficción. Mis primeros textos publicados en los diarios La Nación y El Mercurio, en Chile, fueron cuentos. Yo empecé a escribir en medios sin haber pasado por la escuela de periodismo, venía de los talleres literarios. Y de pronto descubro en el periodismo la vida perfecta: por contar una historia real de forma más narrativa, con herramientas literarias, te comienzan a llegar viajes por todo el mundo, y viáticos, y pago en dólares. Me tocó vivir los años del Boom de la crónica latinoamericana, y sin quererlo, la ficción fue quedando en el olvido. Hasta ahora, que la retomé. Con mucho temor. Con la vergüenza de alguien que perdió la lengua materna, y la trata de recuperar a golpes y mal pronunciada. Creo que esos de no mostrársela a nadie, y enviarla al Herralde con seudónimo, me ayudó a ver que no estaba tan mal. Y lo sentí como una suerte de reconocimiento al texto mismo, y no a mí.

La historia tiene un profundo contenido político (trasfondo, elección de tema, etc.), por lo general en la no ficción que escribís no suele existir ese registro. ¿A qué se debe esta diferencia? 

En general, los textos que se escribieron en la época del Boom de la crónica latinoamericana no abordaban el contenido político de esta forma. Se abordaban más los fenómenos. Por ejemplo, yo tardé casi 16 años en terminar mi trilogía del Periodismo Cash, que es todo un proyecto de crónica sobre el consumismo. Ahora se acaba de publicar la trilogía completa en Francia, y han destacado mucho esa visión cruda de la sociedad de mercado. Pero claro, en América Latina, a veces entendemos el tema político más directo: dictaduras, guerrilla, corrupciones. Y en ese sentido, la novela sí tiene una mirada política más tradicional. ¿Por qué no hice este libro como crónica? Porque en la vida política de nuestros países, hay muchas cosas que nunca sabremos, que nos esconden, que nunca nos dirán. Ese vacío, hay que llenarlo con literatura. No con periodismo.

En septiembre, se cumplen 50 años del Golpe de Pinochet, y sin embargo hay muchas cosas difusas, que no se saben y que muchos quieren que se olviden. ¿Creés que aún queda mucho por decir respecto de esa época?

Hay muchas historias por contar. En general, investigando para la novela descubrí que todo ha estado muy mal contado. Hay muchas contradicciones. En la novela se marca las diferentes versiones que se dan para un mismo bombardeo, por ejemplo. Pero siento que, más que nunca, es el momento de reescribir esa historia con miras al relato definitivo. En Chile vienen meses difíciles. Los 50 años del golpe llegarán con una alza electoral fuertísima del pinochetismo. Es probable que, más que nunca, se intente transmitir eso de “ya pasó”, “demos un paso adelante”, que es una forma de dejar un relato definitivo que no tiene mucho que ver con lo que pasó.

La novela ya está siendo distribuida en las librerías argentinas. Sin embargo, ya se publicó en Chile y en México con muy buenas repercusiones: ¿Con qué expectativa llegás a la Feria del Libro?

Es extraño. Cuando me fui de Buenos Aires, después de vivir ahí ocho años, comencé a vivir mi propia diáspora imaginaria. Un extravagante exilio de una ciudad que quise hacer propia. Siento que la publicación de esta novela en Argentina es una suerte de vuelta, de regreso, aunque sea en formato de libro. Y me entusiasma que sea en la Feria del Libro, con todo lo que eso significa. Efectivamente, y para mi sorpresa, la novela ha tenido muy buenos comentarios en México y en Chile, donde ya agotó edición. Y después de Buenos Aires me tocará viajar a Perú y Colombia. Solo me queda que la novela consiga su espacio y sus lectores en Argentina, y espero que pronto me toque llevar “Una historia perdida” por el interior.