Una nueva jornada de protestas y huelga se desarrolla en Francia. Trenes paralizados, el metro de París y los sistemas de transporte de varias ciudades interrumpidos y un porcentaje importante de los vuelos del aeropuerto Orly cancelados describen el clima que se vive en el país galo.
Las clases se vieron casi paralizadas por un paro al que adhirió la mitad de los maestros de primaria de todo el país.
Las centrales obreras francesas, de gran tradición organizativa, decidieron realizar una importante movilización para expresar, una vez más, que rechazan la reforma de pensiones que impulsa Macron.
El presidente francés impuso por decreto el cuestionado proyecto de pensiones mediante el artículo 49.3 de la Constitución. De esta manera evitó el debate en la Asamblea Nacional, en donde no le daban los votos para aprobar la medida.
En la sociedad francesa el rechazo también es muy importante. De acuerdo a los sondeos, 2 de cada 3 personas no aceptan la reforma.
La magnitud de las protestas se compara con las protagonizadas por los “chalecos amarrillos”, también durante la gestión de Macron. El motivo en ese caso fue el aumento del precio del combustible, decisión que el presidente francés tuvo que dar para atrás.
Por qué Macron insiste con la reforma
En una entrevista televisiva, el mandatario admitió que la medida es “impopular”, pero dijo que la decisión debe tomarse “para fin de año”.
Las declaraciones produjeron la ira de cientos de manifestantes que salieron a las calles a expresar su descontento.
El principal argumento del presidente francés es que la reforma es necesaria para evitar el déficit económico en un país en el que la expectativa de vida crece mientras que la tasa de natalidad baja y se reduce la porción de personas que trabajan.
La reforma jubilatoria es una receta que muchos organismos internacionales señalan como imprescindible para el equilibrio fiscal de diferentes nacionales, con características parecidas y no tanto a las de Francia.
Según analistas franceses, de no realizarse la reforma, el país galo no vería afectada su economía porque en términos financieros puede cumplir con la proyección de pagos.
El proyecto plantea que para 2030 se atrase de 62 a 64 años la edad jubilatoria, y que para 2027 se exijan aportes por 43 años, en lugar de 42, como requisito para acceder a la pensión completa.
¿A qué intereses responde la celeridad que exige Macron para que el país adopte la medida?
La ultraderecha capitaliza el descontento
Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, y principal contrincante de Macron en las últimas dos elecciones, se expresó en reiteradas oportunidades en contra del proyecto.
La representante de la ultraderecha francesa expresó en una entrevista que “el gobierno está creando conscientemente todas las condiciones para que se produzca un estallido social, como si lo estuviera buscando”. Además, agregó que el pueblo está “encolerizado” y humillado” porque “siente que se han traicionado las reglas del juego de la democracia”.
La ultraderecha crece en un momento en que la imagen de Macron expresa un bajo porcentaje de adhesión, 28%, y en el que una de las consignas de las marchas es “Andate, Macron”.