Luego de largas rondas de conversaciones sin registrar avances, y constantes presiones occidentales, las negociaciones para alcanzar un nuevo acuerdo nuclear con la República Islámica de Irán se estancaron, sin perspectivas de cambio.
El gobierno de Donald Trump destruyó en 2018 un consenso trabajosamente elaborado por la administración Obama en 2015 para evitar que Irán obtuviese armas nucleares.
Ese consenso, expresado en el denominado Plan Integral de Acción Conjunta, un acuerdo firmado por los iraníes, los cinco integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania, establecía reglas claras para el enriquecimiento de uranio, con inspecciones periódicas a cargo de la Agencia Internacional de Energía Atómica, a cambio de un alivio paulatino en las sanciones occidentales.
A pesar de su solidez, el plan fue torpedeado por Israel, hasta lograr que Trump retirara a su país del acuerdo e impusiera nuevas sanciones contra Teherán.
Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca se esperaba que este reestableciera el antiguo acuerdo, o promoviera otro.
Sin embargo, varios cambios geopolíticos congelaron esas expectativas.
Entre ellos, el ascenso al poder en Irán de Ebrahim Raisi, representante del ala más conservadora de la política iraní, partidaria de la confrontación con Estados Unidos.
Y también la invasión rusa de Ucrania, a partir de la que Moscú profundizó sus vínculos estratégicos con Teherán.
Biden, por su parte, mantuvo el esquema de sanciones establecido por Trump. Pero esta situación empezó a modificarse en junio de este año.
Washington parece haber optado por un plan unilateral e informal de contención de Irán, y alcanzó un inédito acuerdo para un intercambio de 5 prisioneros estadounidenses en manos del gobierno de Raisi por 5 iraníes detenidos en Estados Unidos.
Pero además, la liberación de fondos iraníes por 6 mil millones de dólares inmovilizados en cuentas bancarias en Corea del Sur, que solo podrán ser utilizados con fines humanitarios.
El secretario de Estado Antony Blinken justificó esto último como un paso necesario para la seguridad nacional estadounidense, y negó que la política de presiones hubiera cambiado.
El entendimiento se alcanzó con la mediación de Qatar, un país que Biden parece privilegiar para lidiar con algunos conflictos en Medio Oriente, tal como ya había ocurrido en el acuerdo con los Talibán.
Lo sorprendente es que, según varias fuentes, este acuerdo informal no se limitaría al intercambio de prisioneros próximo a concretarse.
Según la agencia Reuters, Estados Unidos también autorizaría a instituciones financieras de Alemania, Irlanda, Qatar y Suiza para realizar transacciones con la petrolera estatal iraní y el Banco Central de Irán. Y el Wall Street Journal informó que, luego de que la noticia del acuerdo se hiciera pública, Iran limitó el enriquecimiento de uranio y redujo su stock de este mineral.
Al parecer, un esquema de concesiones a cuentagotas tendría como contrapartida el funcionamiento del plan nuclear iraní dentro de los límites del acuerdo de 2015, aunque no está claro si habrá algún rol de la agencia nuclear de la ONU.
Fuentes iraníes describen este marco informal como un “cese del fuego político”, lo que podría interpretarse también como una admisión tácita por parte de Washington del fracaso del esquema de sanciones. Es constatable que las exportaciones de petróleo iraníes registraron su máximo incremento en cinco años, gracias a China.
Y el ingreso de Irán al BRICS también representa un salto al cerco que Trump instauró con su denominada “política de máxima presión.”
Tel Aviv asiste atónita a este desarrollo, que como puntualizó el diario Times of Israel, marca la escasa capacidad de influencia que el gobierno de Netanyahu tiene sobre la administración Biden.
El objetivo de Estados Unidos, que tendría también cierto consenso entre sus socios europeos, sería evitar que un Irán sin incentivos inicie una escalada de su plan nuclear hacia la fabricación de armas atómicas.
El de Irán, reivindicar su derecho a la energía nuclear y aliviar las sanciones.
En el medio, ambos países parecen haber encontrado una convergencia práctica de mutua conveniencia.