Con tan solo 33 años, el 26 de julio de 1952, a las 20.25, falleció Evita, “esa mujer”, como la llamaba la oligarquía, que supo despertar el amor y odio del pueblo argentino.
Su cuerpo fue entregado al doctor Pedro Ara, a quién se le encargó el embalsamamiento del mismo.
Cuando el general Pedro Aramburu llegó al poder en noviembre de 1955, consideró que dejar el cuerpo de Evita en el primer piso de la CGT constituía un peligro, ya que el cadáver amenazaba con convertirse en bandera de un futuro resurgimiento del peronismo. Debido a esto, ordenó que el cuerpo fuera trasladado secretamente a otro sito.
El cadáver de Eva desapareció en noviembre de ese mismo año y permaneció oculto durante dieciséis años.