La entrada de Javier Milei al balotaje con Sergio Massa despertó la esperanza de varios represores presos.
Jorge Eduardo Acosta, el cerebro del grupo de tareas que operó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), hizo circular una carta desde la Unidad 34 de Campo de Mayo en la que decía que avizoraba la llegada de tiempos mejores para sus intereses.
“Se aproxima la hora del conocimiento de la verdad, pero no la que se dice que es la verdad que surgió de juicios manejados por la ‘patria socialista’”, escribió el excapitán de fragata condenado a prisión perpetua por crímenes que incluyen desde secuestros, torturas, abusos sexuales, robo de bebés, homicidios y desapariciones.
El texto de Acosta se publicó el martes en el sitio web Prisionero en Argentina, que suele funcionar como un órgano de difusión de las opiniones de quienes enfrentan procesos por delitos de lesa humanidad.
Si bien Acosta sostiene que no tiene “intención de interferir en el proceso electoral”, salió a apuntalar todas las declaraciones que hizo Milei sobre lo sucedido durante los años de la última dictadura, especialmente desde que en el debate presidencial se refirió a la etapa como una guerra en la que hubo excesos.
Acosta –conocido en la mazmorra de la ESMA como el “Tigre”– arranca su texto diciendo que existió una “Guerra Civil Revolucionaria Terrorista Trotskista en los años ‘70”, a la que incluso le confiere una sigla: la GCRTT70’s. Se define a sí mismo como un veterano de esa guerra.
“No he sido víctima ni reconozco que persona alguna me considere víctima por ello”, aclara el represor.
Desde que se reabrieron los procesos por crímenes cometidos durante los años del terrorismo de Estado, Acosta se dedicó a provocar a sus víctimas: mientras hablaba del olor “hediondo” de los cadáveres que se acumulaban en la ESMA, se refería a los sobrevivientes como “agentes de inteligencia” para descalificar sus denuncias que desde siempre lo sindicaron como el cerebro del grupo de tareas que operó en el centro clandestino de detención de la Marina.
En los últimos doce años, solo acumuló condenas: tiene dos a prisión perpetua por crímenes en la ESMA; una a 24 años por los delitos sexuales que sufrieron mujeres que estaban allí detenidas y una a 30 años de prisión por su participación en el plan sistemático de robo de niños.