El trámite para cambiar por completo el Parlamento requiere cuatro votaciones y dos revisiones por parte de comités parlamentarios, un proceso que podría extenderse hasta la semana próxima, en medio de las crecientes disputas entre la coalición y la oposición y las diferencias en el seno del Gobierno.
Una muestra de estas incompatibilidades son las once versiones distintas del borrador del proyecto para la disolución del Parlamento presentadas por el Gobierno y la oposición.
El jefe del bloque de la coalición en el Parlamento, Boaz Toporovsky, declaró que la decisión de la disolución del Parlamento es “por el bien del Estado”, reprodujo la agencia de noticias Europa Press. No obstante, reconoció que “es un día triste para la democracia” y criticó a la oposición, liderada por el partido de derecha Likud, del exprimer ministro Benjamin Netanyahu, por retrasar “la decisión de ir a elecciones”.
El primer ministro Naftali Bennett y el ministro de Relaciones Exteriores Yair Lapid lograron formar en junio de 2021 una coalición única en la historia de Israel formada por ocho partidos de todo el arco político -derecha, centro, izquierda y por primera vez por una formación árabe- con el objetivo de poner un final a 12 años de gobierno de Netanyahu.
Como el acuerdo preveía la rotación de los dos hombres en el cargo de primer ministro y la sustitución de Bennett por Lapid en caso de disolución, este podría convertirse en el próximo jefe de gobierno hasta la formación de una nueva coalición, si este proyecto de ley es aprobado.
Hasta que la disolución se haga efectiva, la oposición puede intentar reunir a 61 diputados, es decir, una mayoría que podría evitar las elecciones y pedir formar un nuevo gobierno. En este marco, el Likud lleva a cabo esfuerzos para atraer a socios derechistas de la coalición y formar un nuevo Gobierno.
“Estamos poniendo a Israel en un nuevo camino. Del odio al amor”, dijo, por su parte, el presidente de la bancada del Likud en el Parlamento, Yarin Levin, antes de manifestar que el Gobierno de coalición “fue establecido a partir de un odio ciego y una malversación sin precedentes de la confianza de los votantes”.
Netanyahu, quien fue imputado por corrupción, celebró la caída del Gobierno, momento que describió como “una gran noticia para millones de ciudadanos israelíes”.
Lo último que generó el colapso del gobierno de coalición fue el fracaso en obtener los votos para prorrogar el controvertido sistema judicial de doble standard que rige para Cisjordania desde su ocupación por Israel en 1967.
Según esa normativa, cuya vigencia debe ser extendida cada cinco años por el Parlamento, los asentamientos judíos y los civiles israelíes se rigen por normas israelíes, mientras que a los palestinos, la militar.
Esta diferencia abona los argumentos de quienes sostienen que los territorios ocupados son sometidos a un sistema de apartheid. Los miembros árabes de la coalición de gobierno se negaron a votar la extensión, lo que terminó de hundir a una alianza que ya había perdido la mayoría en la Knesset.
Es que lo único que unía a los ocho partidos del gobierno era la oposición al ex primer ministro Netanyahu y la voluntad de desplazarlo de la escena política. La coalición ahora en retirada logró sacar a Israel de la parálisis forzada por la negativa de Netanyahu a renunciar, a pesar del juicio por corrupción en su contra, que aún sigue su curso.
Entre los logros de la alianza se encuentra la aprobación del primer presupuesto en tres años, y la profundización de lazos diplomáticos con varios estados árabes.
La disolución conducirá con toda probabilidad al resultado menos esperado: la resurrección política de Netanyahu, quien buscará revancha con un nuevo período como primer ministro. Las encuestas indican que su partido, el Likud, podría convertirse en la bancada mayoritaria de la Knesset tras las próximas elecciones. Pero aún así, no lograría sumar suficientes votos de sus aliados para formar gobierno. Con esa perspectiva, Israel volvería al mismo punto de parálisis en la que se encontraba antes de junio de 2021.
El retorno de Netanyahu también es posible porque el gobierno de Bennett no cumplió con una de las promesas de los partidos que lo integran: aprobar una legislación que prohíba que un candidato procesado por cargos criminales pueda convertirse en primer ministro.
La nueva crisis política que comienza a desplegarse ocurre además en un momento en el que hay un incremento de los enfrentamientos con los palestinos, ataques desde la Franja de Gaza, e incertidumbre en el frente más crítico para Israel: el programa nuclear de Irán, ante el que la clase política mantiene uno de los pocos consensos: la oposición frontal a que se renueve el acuerdo que Barack Obama selló en 2015.
Este será el escenario que recibirá al presidente de los Estados Unidos Joe Biden en su primera visita a Israel como jefe de estado dentro de un mes.