El 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo. La fecha conmemora la primera reunión, en 1982, del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de las Naciones Unidas y fue establecida por este organismo en 1994.
Cada año la ONU establece una agenda para profundizar sobre la vida de los indígenas en el mundo. En 2022, la agenda hace foco en el papel de las mujeres en la preservación y transmisión del conocimiento tradicional.
A pesar del papel crucial que las mujeres desempeñan en sus comunidades como sostén familiar, cuidadoras, guardianas del conocimiento, líderes y defensoras de los derechos humanos, a menudo, sufren niveles interseccionales de discriminación por motivos de género, etnia y estatus socioeconómico. Su derecho a la libre determinación, el autogobierno y el control de los recursos y tierras ancestrales ha sido violado durante siglos.
Los pueblos indígenas poseen una gran diversidad a nivel mundial: existen aproximadamente 5.000 grupos distintos en 90 países, con 7.000 lenguas diferentes, representando cerca del 6% de la población y sus territorios albergan el 80% de la biodiversidad planetaria. Sin embargo, sufren las consecuencias de la desigualdad social y económica. En Argentina, la mayor parte de las comunidades indígenas se localizan en zonas rurales con altos índices de pobreza.
Son las mujeres indígenas las que, como la mayoría de las mujeres, se llevan el grueso de la desigualdad. Y están comenzando a responder, tomando cada vez más puestos decisivos en sus comunidades y frente al resto de la sociedad.
Una de ellas es Isabel Araujo Pincen, Longko (autoridad) de la Lof (comunidad) Cacique Pincen de Trenque Lauquen, del pueblo-nación mapuche-gunün a küna (denominados tehuelches septentrionales o pampas antiguos), que como coordinadora del Programa Provincial de Salud y Pueblos Indígenas de la provincia de Buenos Aires lidera y contribuye al “diálogo entre la medicina occidental y la medicina ancestral poniendo en práctica el derecho a través de la consulta previa, libre e informada a los más de 18 pueblos-naciones Indígenas, sus comunidades y la población indígena en general de la hoy provincia”, cuenta.
“Por primera vez se le da a una mujer indígena un espacio coordinando del programa de salud indígena, donde, a través de escuchar las voces de los territorios ancestrales y sus saludes, vamos descolonizando los pensamientos y abriendo las cabezas al incluir y poner en acción la salud intercultural”, destaca la líder Pincén.
Con la reforma de la Constitución Nacional de 1994, los derechos de los pueblos originarios fueron incluidos en su artículo 75, inciso 17, promoviendo el reconocimiento de su preexistencia étnica y cultural, el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural. Por su parte, el Código Civil y Comercial establece que las poblaciones indígenas reconocidas tienen derecho a la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan y de aquellas otras aptas y suficientes para el desarrollo humano.
En 2020, en una histórica conquista para los pueblos indígenas de Argentina, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó al Estado argentino otorgar un título de propiedad comunitaria de 400 mil hectáreas a varias comunidades y lo condenó por violar los derechos a un medio ambiente sano, a la alimentación, al agua, y a la identidad cultural.
Parte de ese proceso también tiene a mujeres como referentes. Es el caso de la mapuche Amancay Quintriqueo, que recientemente asumió el rol de longko de su comunidad, la Lof Kinxikew de Río Negro, ubicada sobre la ruta que conecta la ciudad de Bariloche con Villa La Angostura.
“Defender el territorio es nuestro gran objetivo, pero para lograrlo hay que recuperar algunos conocimientos dormidos, vivir realmente los valores del pueblo mapuche”, precisa la longko.
La recuperación de su comunidad, en la que viven actualmente cerca de cuarenta personas, lleva 18 años y es la primera vez que una mujer asume las tareas de organización.
“Me toca reemplazar a un jefe que viene de ejercer un abuso muy importante de poder, con violencia psicológica, abuso a menores, un hombre que desde hace más de diez años dirigía la comunidad”, explicó Quintriqueo, y remarcó que lo que más le sorprende es “llegar a un traun –reunión en la que se toman las decisiones dentro de la comunidad- y sentir que todos están interesados y que todos están al tanto de lo que vamos a hablar, porque son personas que estaban acostumbradas al silencio, a obedecer a lo que una sola persona decía y decidía”, afirma.
A meses de asumir como longko, Amancay está impulsando la educación intercultural dentro de la comunidad y tiene un proyecto para formar promotoras mapuche “para que podamos saber de nuestros derechos y acompañar situaciones de violencia”.
También impulsa actividades como cerámica, para que las mujeres de la Lof tengan herramientas de empoderamiento económico, además de un lugar de encuentro.
“Se creó un observatorio en defensa de las infancias mapuche y consideramos que la educación sexual integral (ESI) tenía que ser parte del proceso de sanación que estaba atravesando la comunidad”, agregó Melisa Duarte Cabrapan, antropóloga social e integrante de la lof Newen Mapu, que acompañó a las mujeres de la lof Kinxikew.
En nuestro país son 24 los pueblos indígenas, entre los cuales los kollas, los diaguitas, los mapuches, los wichís y los tobas son los grupos más numerosos.
Estos pueblos se organizan en más de de 1.750 comunidades y asociaciones indígenas reconocidas por el Estado nacional.
El número de personas indígenas en Argentina no se conoce con exactitud, aunque se espera que el Censo 2022 pueda arrojar estimaciones más ajustadas.
Sin embargo, hay certezas: se trata de poblaciones empobrecidas, y con asiduidad, privadas del ejercicio de sus derechos básicos.
Especialmente a lo largo de la última década, de manera incremental, las comunidades indígenas del norte de nuestro país, fueron foco de noticias por el número de víctimas fatales por desnutrición, especialmente la infantil.
En tanto, algunas de las comunidades del sur argentino, tienen presencia perenne en los medios masivos, invariablemente en boca de no-indígenas, por difamaciones que justifican su persecución.
El ascenso de mujeres a posiciones de liderazgo demuestra que las comunidades reflexionan y actúan sobre relaciones de dominación que provocan desigualdades de manera transversal e interseccional.
“Mi prioridad es fortalecer el círculo comunitario, porque sin una base sólida no se pueden enfrentar los factores externos. Una mujer sin territorio pierde su fortaleza”, reflexiona Quintriqueo.