
El deceso de Ozzy se produjo a sólo dos semanas de su despedida de los escenarios junto a sus compañeros de Black Sabbath en Birmingham, frente a más de 50 mil fanáticos y con un streaming record, porque fue el concierto más televisado de la historia.
Durante su último recital, bajo el nombre de “Back to the Beginning”, el vocalista debió actuar sentado, el pasado 5 de julio, debido a su delicado estado de salud, ya que padecía Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa crónica que afecta al sistema nervioso.
Se trata de una enfermedad progresiva que daña el sistema nervioso central, causado por la degeneración de las neuronas productoras de dopamina en el cerebro. Sus síntomas más comunes incluyen temblores, rigidez muscular, lentitud en los movimientos y problemas de equilibrio. Aunque no tiene cura, existen tratamientos que ayudan a aliviar las manifestaciones y mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen.
En casos avanzados, como el de Osbourne, la enfermedad puede provocar deterioro cognitivo, fatiga extrema, dificultad para hablar y tragar, y complicaciones cardíacas o respiratorias. A pesar de estos desafíos, Ozzy se mantuvo activo y cercano a su público, transformando su lucha en un ejemplo de tenacidad dentro del mundo de la música.
Su muerte se conoció luego de que su compartiera un breve y sentido comunicado: “Con más tristeza que las palabras pueden expresar, informamos que Ozzy Osbourne falleció esta mañana. Estaba con su familia y rodeado de amor. Pedimos a todos que respeten nuestra privacidad”.
El mundo del rock está de luto, tras la desaparición física de una de las más grandes leyendas del rock pesado y la música internacional de toda la historia.