
Croacia, subcampeón del mundo en Rusia 2018, no encandila con su juego. Pero deja el alma en cada pelota. Tiene una muralla en el arco, un experimentado crack en el medio y cuenta con esfuerzo colectivo inclaudicable.
Dominik Livakovic es referente del Dinamo de Zagreb, uno de los clubes más poderosos de su país. El arquero nacido en Zadar hace 27 años viene siendo una de las grandes figuras de la Copa del Mundo.
Si bien fue importante en el desarrollo de la primera fase, sobresalió después cuando detuvo tres penales en la definición ante Japón por los octavos de final. Y en cuartos la rompió ante Brasil.
Fue clave durante los 120 minutos de juego, tapando con las manos pero también con los pies. Y luego detuvo el primer disparo desde los doce pasos, el que ejecutó Rodrygo.
El eterno Luca Modric es el termómetro en el medio. Lleva una década en el Real Madrid, toda una síntesis como carta de presentación en cualquier rincón del planeta.
Eso sí, a los 37 años Modric, también nacido en Zadar como Livakovic, no está para exhibir despliegue. Él piensa, diagrama, diseña jugada a jugada. El resto hacer el trabajo de centrifugado, en un sistema que parte de un 4-3-3 en el que solidaridad es la premisa.
Adelante, Ivan Perisic no sólo es un delantero de cuidado: cuenta con la particularidad de haber sido jugador profesional de beach volley cuando en 2017 representó a su país en el Circuito Mundial, en la ciudad croata de Poric.
Croacia tiene más corazón que sutilezas, difícilmente cautive con belleza como hizo Neymar en el gol que le marcó en el estadio Ciudad de la Educación.
Pero no se entrega nunca. No se rinde así nomás. Y con esa receta, el subcampeón en Rusia 2018, se metió en las semifinales de Qatar 2022. Neymar y compañia pueden dar fe.