Economía global

Crisis financiera: Estados Unidos teme otro 2008

Luego del colapso de dos bancos que operan con las start-ups teconológicas de Silicon Valley, asistidos con un posterior salvataje del gobierno de Biden, se encendieron las alarmas del sistema financiero global.

Los “cisnes negros”, como se califica a los eventos improbables, se están volviendo blancos: se repiten con alarmante asiduidad. Primero fue la pandemia, luego la guerra en Ucrania y ahora una amenaza de nueva crisis financiera en Estados Unidos con potencial de contagio a ambos lados del Atlántico.

Una sucesión que pone en evidencia la fragilidad de la arquitectura en la que se sostiene la globalización y sus redes financieras, productivas y logísticas, cuya hiperconectividad acelera los procesos, para bien o para mal.

La actual crisis agita los fantasmas de lo ocurrido entre 2007 cuando la crisis de las hipotecas subprime, o hipotecas de alto riesgo en los Estados Unidos hizo estallar otras burbujas inmobiliarias similares alimentadas por fondos especulativos como la de España, y desembocó en la gran crisis financiera de 2008, que causó la caída en cadena de gigantes como Lehman Brothers, de bancos y fondos de inversiones como Bear Stearns, y en Europa, golpeó a los bancos más grandes como el BNP Paribas y el propio Deustche Bank.

La magnitud de aquella crisis obligó al gobierno de Estados Unidos, y a los principales bancos centrales del mundo a salir al rescate del sistema financiero global como prestamistas de última instancia, y a supervisar la compra de las entidades más comprometidas por otras con capacidad de crédito, potenciando así una concentración aún mayor del mercado financiero, y una recesión cuyos efectos se prolongaron por más de una década.

En aquel momento el lema tranquilizador era: “demasiado grande para caer”, un mantra desmentido tras la quiebra de Lehman Brothers. En la crisis actual, con epicentro en las startups tecnológicas de Silicon Valley, California, el lema es “demasiado chico para caer”, pero la dinámica de la crisis también lo está desmintiendo.

El incendio se inició con el Silicon Valley Bank, en el que un retiro masivo de depósitos de sus clientes por más de 42 mil millones de dólares a raíz de la desconfianza en la cartera de bonos de la entidad, afectada por la política de tasas de la Reserva Federal, obligó a una intervención de urgencia de la Corporación Federal de Seguros de Depósitos para evitar un efecto contagio.

La gravedad de la amenaza se evidenció en el mensaje que dio el propio presidente Joe Biden para intentar tranquilizar a los ahorristas y evitar una corrida generalizada. Sin embargo, todas las medidas no pudieron evitar la caída de otra entidad, el Signature Bank de Nueva York, con activos por más de 110 mil millones de dólares.

Ambos episodios provocaron que en un solo fin de semana se evaporaran más de 100 mil millones de dólares del mercado de valores norteamericano, debilitando también las acciones de los grandes bancos, el JP Morgan Chase, el Morgan Stanley y el Bank of America.

Los analistas atribuyen un origen multicausal a la crisis, que aún no disminuyó sus riesgos. Por un lado, se debería a la insuficiente regulación por parte de las autoridades bancarias estadounidenses a los bancos medianos a chicos.

Por otro, la causa estaría en la agresiva política de suba de tasas de la Reserva Federal para enfrentar un fenómeno inusual para Estados Unidos, una alta inflación, derivada de la combinación de la recesión postpandemia y a la guerra en Europa.

En el Viejo Continente, las alarmas se dispararon por la situación del banco Credit Suisse, cuyos problemas de liquidez provocaron una caída del 30% de sus capital accionario.

El Banco Central Europeo y las autoridades suizas continúan supervisando la situación, aunque se la atribuye a un problema propio del banco, independiente de los crujidos del sistema en Estados Unidos.

Pero los temores a una nueva crisis a escala global no se disiparon, y la tensión atraviesa los mercados que, una vez más deben recurrir a los estados para evitar que el pánico se transforme en corrida y colapso.