Migraciones

Cada año, los pingüinos, ballenas y aves playeras del Atlántico Sur realizan viajes muy extensos para cumplir con su ciclo vital.




Cada año, los pingüinos, ballenas y aves playeras del Atlántico Sur realizan viajes muy extensos para cumplir con su ciclo vital. Se calcula que cada una de esas especies es capaz de recorrer, a lo largo de toda su vida, la distancia que separa la tierra de la luna.
Todos los años, poblaciones enteras de animales se desplazan miles de kilómetros a través de océanos y continentes en un viaje muy preciso. No pueden perder el tiempo, deben llegar a destino en el momento justo. Una profunda y misteriosa conexión los impulsa a volver una y otra vez hasta las costas del Altántico Sur.

Es invierno en el Hemisferio Sur, cuando la primera Ballena Franca Austral llega a la Península Valdés. Viene de realizar una larga travesía desde los mares más australes del planeta. La primera siempre es una hembra, ellas encabezan las migraciones, detrás vendrá un grupo o familia de dos a diez integrantes. Pronto llegarán decenas y decenas de familias. Juntas conforman la población más grande del Atlántico Sur, con más de dos mil ejemplares registrados. Viene escapando del frío invernal de la región antártica y sub antártica, donde se alimentó durante el verano y el otoño. Ahora comienza a sentir las cálidas y tranquilas aguas de la península.

Los elefantes marinos ostentan el record de buceo entre los mamíferos marinos, sólo superados por el cachalote. Llegan a los 1.600 metros de profundidad y realizan apneas de hasta dos horas. El número de ejemplares fue creciendo gradualmente hasta formar una densa colonia en la costa. Antes de volver al mar, muda su pelaje.

El pingüino de penacho amarillo enfrentó una gran dificultad en su juventud: la excesiva competencia lo hizo migrar en búsqueda de nuevos territorios. En su intento por hallar un territorio para instalar una colonia, llegó a lo que parece ser un pequeño paraíso para satisfacer sus necesidades: la isla pingüino, una colonia única de pingüinoa de penacho amarillo, siendo una especia habitualmente ubicada más al sur, ésta es la más cercana al continente.

Los Pingüinos de Magallanes suman miles en estas latitudes. Las colonias más grandes se encuentran en Punta Tombo y en Monte León. Durante 8 meses al año se los puede ver en las islas o en el continente en su etapa reproductiva. El resto del año, se hace a la mar en búsqueda de alimento.

La colonia de Pingüino Rey emprenderá en invierno una migración hacia el norte en busca de aguas más cálidas. Durante las migraciones, los pichones se quedan en el continente y enfrentan meses de arduo ayuno. A lo largo de casi un año, serán alimentados tan sólo 5 o 6 veces por sus padres. El Pingüino Papúa, luego de anidar migra hacia el norte, alejándose del helado y poco productivo invierno. Sus pichones son más independientes, con tan sólo 80 días de nacidos, ya han mudado sus plumas y se lanzan al mar.

En nuestro país existen decenas de aves migratorias que nidifican sobre las costas marinas. Los humedales son zonas de abundante alimento. El ostrero austral se alimenta todo el invierno de ellos. Luego, viajan casi hasta la cordillera y buscan una pareja solitaria, formando grupos reducidos en vez de colonias numerosas. El gasto extra de energía que significa volar más lejos no es en vano, le permite al ostrero migrante realizar nidadas más grandes y seguras que la de su pariente el ostrero común. El gaviotin sudamericano, en cambio, huye del invierno austral hacia el norte. Su viaje lo llevará hacia Buenos Aires, Uruguay e incluso Ecuador. Allí, encontraran suficiente suministro de alimento para juntar energía y regresar a sus nidadas en la Costa Atlántica.

Algunas especies playeras enfrentan una odisea descomunal para su modesto tamaño: el cruce completo de un hemisferio al otro. El camino que hacen estas aves es tan exigente que deben cumplir su cronograma con precisión milimétrica o su supervivencia puede verse afectada.