
Porteño de nacimiento, a los seis años ya dominaba el piano, forjando las bases de una carrera que lo llevaría a conquistar Hollywood y el imaginario colectivo mundial.
Su incursión en la escena internacional se dio en la década del cincuenta, cuando el legendario Dizzy Gillespie lo convocó para escribir la suite “Gillespiana”.
Esta colaboración fue el trampolín que lo catapultó a Estados Unidos entre 1960 y 1962, donde se sumergió de lleno en el jazz y la composición.
La época dorada de Schifrin se extendió a lo largo de las décadas de 1960 y 1970, un período en el que su capacidad para fusionar géneros y estilos lo convirtió en un referente.
Entre sus obras más icónicas, destaca la inconfundible melodía de “Misión: Imposible”, un tema que trascendió la pantalla y se convirtió en un símbolo de la serie y la posterior franquicia cinematográfica.
Su genio también dejó su impronta en títulos legendarios como “Harry el sucio”, “Bullitt”, “The Cincinnati Kid”, “Mannix”, “Starsky y Hutch” y “Tango” de Carlos Saura.
La propuesta musical de Schifrin, que oscilaba entre la grandilocuencia sinfónica, la sofisticación del jazz y elementos de la música popular, permitió que muchas de sus composiciones perduraran en el tiempo, más allá de su función original en cine y televisión.
Su creatividad también abarcó la música de cámara y sinfónica.
A lo largo de su trayectoria, Lalo Schifrin cosechó un sinfín de reconocimientos.
Su nombre está inmortalizado con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, y fue galardonado con cuatro premios Grammy y el prestigioso Premio Max Steiner a la excelencia en la composición de música para cine.
La Academia del Cine de Hollywood lo nominó en numerosas ocasiones a los premios Oscar, y finalmente, en 2019, recibió un Oscar honorario de manos de Clint Eastwood, con quien mantuvo una fructífera colaboración.
Este galardón selló la consagración oficial de una carrera dedicada a la creación de universos sonoros para el séptimo arte.
Apenas dos meses antes de su fallecimiento, Schifrin estrenó su sinfonía “¡Viva la Libertad!” en el Palacio Libertad de Buenos Aires, acompañado por el reconocido compositor y pianista Rod Schejtman.
Interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección del maestro Emmanuel Siffert, la obra fue concebida como un homenaje al espíritu resiliente de los argentinos y la perseverancia universal.
Un último acorde de un genio cuya música vivirá por siempre.