Todo Tiene un Porqué

La ciencia del verano

Para hablar de esta cálida estación y sus particularidades nos visitaron Victoria Bekeris, doctora en física, el médico clínico Bernardo Bergroth y la doctora en ciencias biológicas Marcela Castelo.

El verano es una de las cuatro estaciones de las zonas templadas, es decir de regiones como Argentina, en las que existen verano, otoño, primavera y verano. En las zonas tropicales, que están en la franja que rodea al Ecuador, las temperaturas medias superan los 18°C durante todo el año y casi nunca se producen heladas, ni siquiera en los meses más fríos. En estas regiones no hay cuatro estaciones sino que, más bien, se alternan dos: la estación seca, en la que casi no llueve, y la estación húmeda, en la que llueve casi todos los días. El verano, se caracteriza porque los días son más largos y las noches más cortas. Astronómicamente, el solsticio de verano (que en el hemisferio sur sucede alrededor del 21 de diciembre, y en el hemisferio norte alrededor del 21 de junio) marca el comienzo de esta estación y el equinoccio de otoño (que en nuestro hemisferio ocurre alrededor del 21 de marzo y en el norte en una fecha cercana al 21 de septiembre) marca el término de esta estación y el comienzo del otoño. El calor, una de las características del verano, es la energía en tránsito que se reconoce solo cuando se cruza la frontera de un sistema termodinámico. Las altas temperaturas de la estación estival inciden, de diversas maneras, en la vida de las personas, animales, insectos y plantas. Nuestro termostato corporal está en el cerebro y es el hipotálamo. Su misión es mantener la temperatura en torno a esos 36,5ºC, entre otras cuestiones. Así, por ejemplo, cuando hace mucho calor el hipotálamo detecta que nuestro cuerpo aumenta su temperatura e intenta compensarlo mediante la sudoración y la vasodilatación de nuestros vasos sanguíneos periféricos (por ejemplo los que irrigan brazos y piernas).