“Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento, como decía Don Ata”. La triste frase, que estruja los corazones de miles de argentinas y argentinos al leerla una y otra vez, pertenece a los últimos párrafos de la carta de despedida que René Favaloro escribió a su familia antes de acabar con su vida terrenal e ingresar al universo de la inmortalidad. “No ha sido una decisión fácil, pero sí meditada”, les aclara, y agrega “estoy tranquilo”. Se trata de una de las siete cartas que el cardiocirujano dejó antes de suicidarse por la desidia que atormentaba su existencia luego de decenas de denuncias y búsquedas infructuosas de soluciones para su fundación, sus pacientes y la salud argentina. “Hasta siempre”, fue la última frase que escribió de puño y letra el ilustre cirujano.
Favaloro, reconocido mundialmente por haber desarrollado el bypass coronario, se suicidó, disparándose un tiro en el corazón, en su departamento el 29 de julio del 2000 debido a la crisis financiera que atravesaba su Fundación por el retraso en el pago de las obras sociales, entre ellas el PAMI, según lo describió en otra de las cartas que dejó para explicar su trágica decisión. En la carta que Favaloro dirigió a las “autoridades competentes”, le pedía a De la Rúa que intercediera “ante los peces gordos”, y mencionaba con nombre y apellido a tres o cuatro poderosos empresarios. El cardiocirujano pedía, hacía tiempo, una gestión presidencial para conseguir un aporte de seis millones de dólares, el monto que necesitaba para solventar sus deudas más apremiantes, pedidos que cayeron en saco roto y precipitaron aquel triste final.
René Gerónimo Favaloro nació el 12 de julio de 1923 en el barrio el Mondongo de La Plata. Tiempo más tarde, estudió en la Escuela 45. Luego ingresó en el prestigioso Colegio Nacional de La Plata y en 1941 empezó a estudiar medicina, una vocación que, según su madre, había despertado a los 5 años cuando acompañaba a su tío, el doctor Arturo Cándido Favaloro, en las visitas domiciliarias a sus pacientes.
Tras terminar la residencia, que realizó en el Policlínico de su barrio, aceptó por unos meses un reemplazo temporario como médico rural en Jacinto Aráuz, un pueblito de La Pampa, aquellos años lo marcaron como profesional y ser humano.
Enfocado en su vocación y preocupado por las afecciones cardíacas y sus consecuencias en la sociedad, marchó a formarse en la especialidad allí donde estaba la vanguardia: la Cleveland Clinic Foundation, en Ohio, Estados Unidos. Entonces tenía 38 años, un inglés a medias y una voluntad extraordinaria.
En 1971, decidió volver a la Argentina para continuar aquí con su profesión. Para él enseñar y trabajar en su país eran la mejor forma de patriotismo. Así se lo explicó al doctor Donald B. Effler, jefe de cirugía de Cleveland Clinic, en su carta de renuncia: “Una vez más el destino ha puesto sobre mis hombros una tarea difícil. Voy a dedicar el último tercio de mi vida a levantar un Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular en Buenos Aires. (…) El propósito principal es desarrollar un Departamento bien organizado donde pueda entrenar a cirujanos para el futuro. Créame, yo seré el hombre más feliz del mundo si puedo ver en los años por venir una nueva generación de argentinos que trabajen en distintos centros del país resolviendo los problemas a nivel comunitario y dotados de conocimientos médicos de excelencia” (René G. Favaloro, De la Pampa a los Estados Unidos, Buenos Aires, Penguin Random House, 2012).
Finalmente, en 1975, creó la Fundación Favaloro, convirtiendo su sueño en realidad. Más tarde, en 1992, inauguró el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, y seis años después, creó la Universidad Favaloro.
Favaloro tenía 77 años cuando se quitó la vida hace ya 20 años, mucho se habló y se hablará de sus razones, pero su legado nos convoca como sociedad, a construir un sistema de salud con acceso universal y gratuito para todos los argentinos y argentinas.